Una repentina cirugía de la vejiga y 40 días de reposo absoluto me hicieron valorar la importancia de tener libertad, de tener salud, de poder moverme y hacer mis propias cosas sin depender de los demás, así como el trabajo y esfuerzo que requiere llevar una casa, una familia. Estos días permitieron que me cayera el veinte de lo que mi madre hace por nosotros cada día, de los tantos detalles y muestras de cariño que tiene siempre con sus buenas caras, con sus atenciones sin queja alguna, aún cuando está cansada o tiene otras cosas que hacer.
Otra de las cosas que he aprendido es el darle importancia a mi salud, ya que el día de mañana no quiero ser una viejita que dependa de los demás para ir al baño, para comer, para caminar. No quiero se una carga ni económica ni un motivo de desgaste físico para los que en su momento vivan conmigo esa etapa. Lo único que me queda es ahorrar y cuidarme desde ahora lo más posible.
Esta conversación entre compañeras de trabajo nos hizo recordar lo frágil que es la vida, lo rápido que puede cambiar el prometedor porvenir que a nuestra edad tenemos. Dos accidentes automovilísticos cambiaron por completo la vida de jóvenes con sueños, con ilusiones y con toda una vida por delante. Fueron sólo unos segundos los que de manera radical hicieron que sus vidas tomaran otro curso.
Erika, siempre vital, activa, risueña, independiente, dejó de sentir, de reír, de recordar, de hablar, en pocas palabras, dejó de ser ella.
Después del accidente durante dos años vivió en cama, con varillas, luchando por no morir desnucada por la terrible fractura de cervicales. Quedó cuadrapléjica por un tiempo, por lo que a mi y a su familia nos tocó enseñarle de nuevo a comer, a hablar, a ir al baño, a caminar, a bañarse, etc. Hoy después de aproximadamente 4 años es medianamente normal, sin embargo, jamás volverá a ser la misma, jamás volverá atrás el tiempo que le tomó recuperarse del fatal accidente.
Una historia similar le sucedió al amigo de Daniela. Un jóven con dinero, apuesto, siempre rodeado de muchos “amigos”, de chicas guapas, tenía la vida que todos podrían anhelar. Su responsabilidad como conductor lo llevó a tomar la decisión al sentirse cansado de dejar el volante a otro de sus amigos, mismo que perdió el control del coche. La vida le cambió a Daniel por completo, dejó de ser el chico popular, para convertirse en un joven solitario atado a una silla de ruedas que funciona con soplidos a través de un popote. Daniel quedó cuadrapléjico, lo único que puede mover es la cabeza. Ni todo el dinero ha servido para devolverle el futuro que anhelaba, ni para darle salud, ya que aún no han sido suficientes los avances de la medicina, ni los múltiples tratamientos experimentales en diversos países del mundo para curarlo.
El mensaje: Nadie tiene asegurada la vida.
No sabemos qué pueda pasar mañana, por lo que hay que vivir cada instante como si fuera el último, valorar y darle importancia a las cosas que verdaderamente lo valen. Un conflicto en el trabajo, un mal entendido en la familia, no son un buen motivo para desgastarse.
Una tarde en el salón de belleza, entre el corte de cabello y la depilación de cejas, la historia de un repentino enamoramiento de alguien que se fue, era el fondo que mantenía a ambas entretenidas mientras los minutos y las horas pasaban. Nunca antes habíamos tenido la oportunidad de compartir la una con la otra nuestras experiencias.
“Tienes una belleza rara…” fue la frase que desató a lo que hasta hoy no encuentro explicación.
“Tu belleza no es como el de una modelo a la que todos miran por ser atractiva, guapa, despampanante. Tienes una belleza rara, es como algo que llama la atención y hace que te volteen a ver”.
Minutos antes de que eso sucediera, un amigo de Lizzy entró comiendo helado, tomó asiento mientras ella terminaba conmigo.
Me levanté mientras que él me observaba con detenimiento a través del espejo. “¿Te has dado cuenta que cuando estás segura de las cosas los ojos te brillan y cuando tienes dudas te dejan de brillar?
¿En qué trabajas? Preguntó.
Al escuchar mi respuesta afirmo: “Para trabajar en eso deberías ser una mujer segura”, picando mi ego. A lo que respondí: y ¿quién dice que no soy una mujer segura? Después de mi respuesta producto de mi ego herido comenzó a decir:
"No digo que no seas una persona segura en lo exterior, se ve que eres una mujer exitosa en lo que haces, sin embargo me refiero a la inseguridad interior que tienes, debes trabajar en fortalecer la confianza en ti, en quien eres, en dejar de lado tus miedos y aventurarte a hacer las cosas, despréndete de lo material que es lo que te da seguridad.
Te digo todo esto porque eres un individuo casi completo, que desde hace mucho tiempo está buscando respuestas, verdades, mismas que poco a poco llegarán.
Discúlpame que venga a decirte todo esto, no suelo decirle así las cosas a la gente, pero tú estás a punto de despertar y es importante que sepas algunas cosas: los seres terrenales no somos los únicos, hay inframundo y fuerzas supremas. Así como existen energías positivas, las hay negativas.
Nada es casualidad, todo es causalidad. Yo nunca vengo los sábados y al parecer ustedes sólo estaban platicando, todo pasa por algo y estoy aquí para darte este mensaje."
Mientras me decía todo esto, un sentimiento y unas ganas incontenibles de llorar se apoderaron de mí. Él se cercó, me abrazó y susurró: “¿Qué se siente despertar después de estar tanto tiempo dormida?”
Después de esta experiencia en la que sentí que se metieron a mi cabeza y corazón para descifrar lo más profundo de mí. Vinieron pensamientos que me hicieron valorar lo que soy, lo que tengo, lo que he hecho; replantearme a dónde voy, lo que quiero hacer y a enfrentarme directamente con los miedos que me han detenido a dar el paso para seguir adelante.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué pasó? No lo sé.
Quizá esos mensajes fueron regalos de la vida que me harán valorar, crecer, aprender para ser una persona plena, segura de mi misma para enfrentar lo que viene y así poder compartir lo mejor de mi con los demás y disfrutar lo que me espera en el futuro, ese futuro prometedor que se forja a diario.
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