Wednesday, June 2, 2010

Un Día de Pinta

Nunca pensé que extrañaría tanto la universidad.

En su momento, muchos lo único que querían era terminar la escuela, empezar a trabajar y no regresar jamás. Ese no era mi caso.

Yo disfrutaba cada día, incluso el último semestre renuncié al trabajo para poder terminar esta última etapa de los estudios como se debía, terminar con los trabajos, tareas, la titulación, pero sobre todo para disfrutar a mis amigos, las discusiónes sobre algún libro, los debates filosóficos y las clases enriquecedoras que alimentan la mente.

Hoy sé que esos tiempos jamás volverán, aún cuando algún día vuelva a estudiar una maestría, mis amigos no estarán de nuevo en esas paredes que dieron lugar a miles de historias y risas que son los cimientos de mi amistad con tantas personas y de mi carrera profesional.

El cariño por mi alma mater me ha hecho volver y no alejarme de la vida universitaria. Cursos, diplomados, visitas, el deporte y ahora la vida laboral me mantienen en contacto constante con la Iberoamericana, siendo esta como mi refugio y un lazo a mi pasado añorado.


Lunes 31 de de Junio de 2010...
El constante sonar del despertador me hace reaccionar de aquel profundo sueño.
Cansada, con sueño y sin ganas de ir a trabajar amanezco.

Con calma me arreglo y lo único que me anima es saber que no tengo que llegar a la oficina ya que tengo un entrenamiento de medios con estudiantes del departamento de diseño de la Ibero a las 10:30 am.
Salgo de la casa a las 9:00 am. Extrañamente el tráfico es benevolente y hago una hora hasta Santa Fe. Miro el reloj y como en los tiempos de universitaria, programo el despertador a las 10:28 am, lo cual me da un plazo de 20 minutos para dormir en el auto.

Despierto, bajo del auto y como dejabú camino hacia el edificio P.

Entro a la sala de juntas, 5 estudiantes ocupan los lugares junto a la directora de gráfico. Tomo asiento y el silencio rompe el dejabú que estaba viviendo.

A diferencia de hace casi cinco años, hoy no soy más la alumna que espera, que escucha y aprende de las experiencias que comparten aquellos que saben del campo laboral en un salón de clases.
Las miradas de todos están puestas en mi esperando a que comenzara a hablar y compartir con ellos lo que sé hacer. Llevar la batuta de la reunión no fue difícil, y a decir verdad me sentí cómoda al hacerlo. En sus ojos ví la admiración por lo que hago y sus ganas de aprender de mis palabras. El respaldo de la directora por lo que yo indicaba reforzaba mi seguridad y mi asombro al darme cuenta del camino recorrido.

13:00 horas
Me levanto del asiento, arreglo mi bolsa y camino hacia el pasillo.

De nuevo el dejabú de la vida de estudiante, la mochila al hombro, caminando entre los estudiantes, paso por el departamento de fotografía donde Betty siempre me espera para conversar, comer chayotes de lunch, manzana o té de canela del "Sindicato" o incluso para abrirme el cuarto obscuro y poder dormir.

Sin más llego al punto de reunión de los de comunicación: La Fuente.

Pongo mi mochila junto a un árbol que hace sombra, me recuesto, pongo el despertador, cierro los ojos y caigo en un sueño profundo arrullada con el sonido del viento y el caer del agua de la fuente.

14:15 hrs.
El sonido del despertor me hace regresar a la realidad.

Camino hacia "El Trébol", saco mi comida y sentada junto a una amiga disfrutamos del momento.
Sabemos que tenemos el tiempo contado, ya que la siguiente actividad laboral es a las 16:00 hrs, sin embargo decidimos escaparnos a Santa Fe por un café y a cumplir pendientes personales.

16:00 hrs
Sin excusas, atendemos dos reuniones, mismas que se equiparan a lo que hace años sería la clase de las cuatro.
30 minutos antes de las 18 horas, comienzo a impacientarme por terminar y salir corriendo. Sus voces me parecían el lenguaje de los cetáceos, a lo lejos sólo escuchaba "bla, bla, bla, bla...", justo como algunas veces sucedía cuando las clases resultaban aburridas.
La hora en punto marcó el reloj emitiendo un sonido equiparable al de la chicharra, misma que que indicaba "liberación".

Guardé mis cosas, caminé al auto y dí por terminadas las actividades sin siquiera pisar un segundo la oficina y disfrutar de un día de pinta.
... La chicharra seguía sonando, una y otra vez. ¿Qué acaso no me había liberado ya de las actividades?

Incrédula abrí los ojos y me di cuenta que aún seguía en la cama, que el despertador sonaba y que a penas comenzaba un lunes laboral sin posibilidades de volver a la vida de estudiante con mis amigos.

1 comment:

Juan Valdez said...

No sabía que eras ex-uia... sentí muchísima empatía con tu post. A veces suspiro cuando pienso lo bien que lo pasé en la secundaria, la prepa y la universidad, qué gran época de la vida y qué poco la valoramos en su momento.

Un abrazo, amiga!