Fue en la fiesta de despedida de uno de los elementos bñasicos de esa generaciñon de empuje que fuimos alguna vez, con sueños y quejas en común que me reunió con aquella mujer a la que reconociamos bajo la etiqueta de "Workaholic". Con gran asombro la vimos llegar y gustosa de verme después de un par de meses de no saber de nuestras vidas se acercó a preguntarme ¿qué es de mi?. Después de mi relato, su turno llegó.
Comenzó con los acontecimientos más recientes, pasamos a los cambios que han habido, las cosas que no han cambiado y que debieran mejorar, las memorias de aquello que fuimos, del ambiente que hicimos, del equipo que logramos ser, todo esto en tono de anhelo y melancolía por aquello que fue y que ya nunca será.
El análisis laboral nos llevó a la misma conclusión: "La fuga de cerebros y talentos es inevitable". Hay gente muy talentosa, que aprende, crece y que al final tiene que irse, porque no es valorada, ni remunerada como debería serlo. Hay lugares en los que la gente es feliz con lo que hace, con el ambiente laboral, con los resultados que se tienen, con el reconocimiento personal, y es por esto que se queda, aún a pesar de los malos sueldos. Hay otros lugares en los que la explotación, la falta de reconocimiento, los malos modos de los superiores, aún a pesar de los buenos sueldos hacen que la gente con talento busque mejores oportunidades.
Cada uno de nosotros sabemos nuestros límites y nuestras necesidades, por eso vamos buscando un trabajo que nos ayude a cubrirlas y que nos deje crecer profesional, personal e intelectualmente. Sin embargo, ¿cuántos de nosotros podemos darnos el lujo de despreciar un trabajo o dejarlo por nuestros ideales o por cosas que nos parecen injustas o que no estamos dispuestos a permitir?
Hoy puedo decir que yo soy una de ellas. Sin embargo, mañana no lo se. Hoy estoy en una situación cómoda, en la que no tengo compromisos, ni responsabilidades que me aten a un trabajo, por muy bien pagado que este sea. Hoy puedo permitir que mi trabajo sea tan demandante, que tenga horarios de entrada pero nunca de salida, hoy puedo anteponer el desarrollo profesional a mi vida personal, pero ¿por cuánto tiempo más podrá ser así? En dónde queda la vida personal, en qué momento hay lugar para hacer ejercicio, para salir con tus amigos, para disfrutar de la familia, incluso tiempo para pensar en ti?
Hoy estoy en los primeros años de los 20's, pero el tiempo no deja de avanzar, qué pasará el día que como ella, voltee y me de cuenta que han pasado dos años desde que se divorció, dos años en los que ha entregado su vida al trabajo, 24 meses en los que ha habido cambio alguno, que no ha habido otro tipo de recompensas, que esta parada en el mismo lugar, sola con sus dos perros y sin alguien con quien compartir el mal sueldo que ha recibido a cambio no sólo de sus horas de trabajo, sino de la entrega y de su vida misma?
¿Acaso todo esto una empresa lo valora, lo agradece y lo recompensa? Creo que la respuesta es No.
Después de unos segundos de silencio en los que se dio cuenta de todo lo que habia logrado expresar, de esas cosas que quizá no habia querido ver, tan sólo me abrazó me dijo "Haz las cosas diferentes, trabaja para vivir, no vivas para trabajar".
Yo tan sólo espero poder alzar la voz igual que hoy frente a las injusticias, ante lo que no estoy de acuerdo y luchar por los ideales por lo que abogo a diario, no doblegarme y lograr tener una vida integral en la que un aspecto no pese más que otro. Espero hacer las cosas diferentes a ella, poder voltear a mis 36 y ver que he logrado empatar mi vida personal con la profesional, exitosamente.
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