No había mucho que decir.
Sólo cosas sin importancia como el que el mitómano ya no tenía un lugar en su vida, que ya no le movía en lo absoluto, aunque cuando lo encontró por casualidad con la novia casi se le sale el corazón y se le doblan las piernas de la temblorina que le entró; pero ella insistía en que él ya no era en lo absoluto importante.
Saltaba de un tema a otro, hablando de las futuras vacaciones, del nuevo hombrecillo que le interesaba, mismo que acababa de salir de una relación. Tenía claro que él necesitaba tiempo para pasar su duelo, cerrar el ciclo, enfocarso en su trabajo y en el estudio, en pocas palabras en él mismo.
Ella sabía que no debía arriesgar el corazón por castillos de arena e ilusiones sin fundamento, que no debía emocionarse, ni buscar señales falsas donde no había claridad. Estaba conciente que debía tomar los detalles y la educación como lo que son: detalles de un hombre que no es patán como todos anteriores que formaban parte de la lista, empezando por el mitómano.
Pasaron la hora entera hablando de ambas personalidades, de las razones por las cuáles ella debería dejar al mitómano, poner distancia con el nuevo hombre y seguir su vida mentalizando su futuro y haciendo todo por lograr sus objetivos.
La otra escuchaba atenta para analizar sus palabras y el lenguaje corporal, que decía mucho más que las palabras. Ante aquello comentó: Con el nuevo todo es cuestión de tiempo, dáselo; no pongas todas tus espectativas ahí, deja que sólo se de y si no se da, disfruta lo que vivas mientras dure. Mantén el corazón a salvo y vete lento sin interpretar señales que no te brindan la certeza de lo que el otro piensa. Y del mitómano aunque digas que no, aún te sigue importando y te mueve el tapete. Cuando sea para tí como un grafitti en la pared, que al caminar frente a él pasa por completo desapercibido, ese día habrá sido superado.
Ante lo anterior, no había mucho más que decir, ya que sabía que era cierto, aún no era un graffiti en la pared.
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