"Dioooooos ¿por qué me hiciste tan locaaaaaa?" fueron las primeras palabras que pronuncié después de despertar de un extraño sueño.
Estabamos en un barco, pasamos una gran tormenta y luego salió el sol. Mientras todos bajaban a busear, las personas que en la realidad compartíamos habitación, es decir mi abuelita paterna, mi hermana y yo, nos quedabamos abordo. Descubríamos la infidelidad de el esposo de una prima con una jóven a la que convencimos de desaparecer. De pronto me encontré bailando banda con alguien que no recuerdo, y finalmente la noticia de que Alejandro llegaba al aeropuerto de la Ciudad de México ese mismo día… lo anterior musicalizado por "Desátame" de Mónica Naranjo.
Mi grito al despertar cuestionando la pérdida mi razón, logró arrancar una carcajada a mi abuelita, y la atinada respuesta de mi hermana: "Dioooos ¿Por qué no me diste una hermana mayor normaaaaal?
Así comenzó mi domingo, este mismo en el que las infinitas ganas de molestar a mi hermana despertaron con mi locura.
A lo largo del día pude hacer diversas maldades: con motivo del escote de su blusa "encesté" en repetidas ocasiones bolitas de servilleta, me burle del estornudo que produjo que se auto escupiera mientras desayunaba, así como de que se le cayera la leche cuando conmía frutilupis, meti mi dedo en su cereal y le quite un par de bolitas de colores para molestarla. La deje fuera de la habitacion del hotel, desconecte su cel para conectar la secadora, hice ruidos molestos incluyendo poner música que no le gusta y le cambié al canal que le gustaba, la pellizque cuando vi la foto de un vochito rosa para evitar la "mala suerte",
la espanté al caminar cuando mi padre hablaba de una vívora y comparé su nariz con la de la estatua de un museo.
Quizá debo reconocer que molestarla no es una actividad de un día. Hacerle cosquillas, abrazarla, decirle muchas veces que la amo, agarrarle los dedos de sus pies mejor conocidos como "cadacoles", así como aterrizar en su cama, es un deporte que hace feliz todos y cada uno de mis días.
Estabamos en un barco, pasamos una gran tormenta y luego salió el sol. Mientras todos bajaban a busear, las personas que en la realidad compartíamos habitación, es decir mi abuelita paterna, mi hermana y yo, nos quedabamos abordo. Descubríamos la infidelidad de el esposo de una prima con una jóven a la que convencimos de desaparecer. De pronto me encontré bailando banda con alguien que no recuerdo, y finalmente la noticia de que Alejandro llegaba al aeropuerto de la Ciudad de México ese mismo día… lo anterior musicalizado por "Desátame" de Mónica Naranjo.
Mi grito al despertar cuestionando la pérdida mi razón, logró arrancar una carcajada a mi abuelita, y la atinada respuesta de mi hermana: "Dioooos ¿Por qué no me diste una hermana mayor normaaaaal?
Así comenzó mi domingo, este mismo en el que las infinitas ganas de molestar a mi hermana despertaron con mi locura.
A lo largo del día pude hacer diversas maldades: con motivo del escote de su blusa "encesté" en repetidas ocasiones bolitas de servilleta, me burle del estornudo que produjo que se auto escupiera mientras desayunaba, así como de que se le cayera la leche cuando conmía frutilupis, meti mi dedo en su cereal y le quite un par de bolitas de colores para molestarla. La deje fuera de la habitacion del hotel, desconecte su cel para conectar la secadora, hice ruidos molestos incluyendo poner música que no le gusta y le cambié al canal que le gustaba, la pellizque cuando vi la foto de un vochito rosa para evitar la "mala suerte",
la espanté al caminar cuando mi padre hablaba de una vívora y comparé su nariz con la de la estatua de un museo.
Quizá debo reconocer que molestarla no es una actividad de un día. Hacerle cosquillas, abrazarla, decirle muchas veces que la amo, agarrarle los dedos de sus pies mejor conocidos como "cadacoles", así como aterrizar en su cama, es un deporte que hace feliz todos y cada uno de mis días.
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